La vuelta al mundo en 10 años

Hola,

La vida es un accidente extraordinario. Una superproducción sencilla producto del caos. Un suceso maravilloso y excepcional tan común que ocurre casi sin que nos demos cuenta.

Algo tiene que estar mal para que la vida se haya devaluado de esta manera. Sobre todo cuando se convierte en una rutina y se disfraza en algo tan cotidiano como tomar cada mañana el bus, a la misma hora, para ir a la oficina. Es inevitable, hay que trabajar, hay que pagar la luz, el gas, el teléfono, el agua, los pañales, la escuela de los hijos, la hipoteca o el alquiler. Es posible que durante la semana entres a la oficina con la primera luz del día y, cuando vuelves a salir, observes con indiferencia que se está poniendo el sol.

Pero a veces la vida que aparenta ser perfecta tampoco funciona. Durante meses, cada noche, la almohada preguntaba: ¿eres feliz? Podemos engañarla una vez, pero no siempre. Yo tenía el futuro asegurado, la publicidad pagaba bien y era bueno, pero veía algún jefe gordo regodeándose con un puro en la contemplación de su barriga y me preguntaba si ese era el futuro. Una vida aparentemente feliz, satisfecha de rutinas, segura y escrita antes de haberla descubierto. Cada amanecer debería ser una sorpresa, me repetía día sí día quizás también, no ésta cara de hastío dormido y entregado que se refleja en el espejo.

¿Cómo se cambia de vida? ¿Publicas un anuncio tipo Canjeo buena vida cómoda y reluciente, en buen estado y con pocos roces, por vida inquieta y más emocionante? ¿Desapareces? ¿Compras el primer billete de avión disponible? ¿Cómo dejamos de ser nosotros y nos convertimos en algo mejor? ¿Cómo, cómo se cambia de vida?

En medio de una de esas marejadas de dudas viajé solo al sur de África, a Johannesburgo, donde nadie me esperaba. Quería sorprenderme, necesitaba sorprenderme. El primer día conocí un suizo que, en otro idioma, me mostró lo que había hecho. Parecía sencillo: durante el último año había cruzado África en un viejo Land Rover que no costaría más de dos mil euros. Ahora buscaba alguien con quien compartir los gastos. Era una vida tan cercana a los sueños y tan lejana a la realidad que, cuando volví a Barcelona y me reencontré con Anna, no pude más que decirle:

- No te traje ningún regalo de África, sólo una propuesta… ¿quieres venir a dar la vuelta al mundo conmigo?

Media hora más tarde, Anna respondió sí.
Esto que habéis leído no es el inicio de una novela, aunque lo parece, es algo mucho mejor, es la prueba palpable de una gran noticia, que los sueños de cada uno son para vivirlos, y lo más importante de todo, que se puede hacer.

Os adjunto un link en el que podréis seguir las aventuras de una pareja que decidieron un día hacer reales los sueños y se metieron en una furgoneta para dar la vuelta al mundo. El texto está rescatado de su blog.

Ahora llevan siete años dando tumbos geográficos, pero avanzando en línea recta al descubrimiento interno y a la realización personal.

A mí me ha parecido extraordinario, espero que os guste,

Hasta luego,

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