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Moáis de ébano

 - Yo le dice, no deje la escuela, pero ella piensa mujer porque tiene diecinueve y se casa con hombre y ahora está muerta. Es Richard quien me explica que ayer murió su hermana desangrada por una hemorragia tres días después de parir.  - Ella dice hombre tiene cédula y se casa. Me lo explica con su español aprendido a base de decir sí amo y obedecer desde que dejara su Haití natal para intentar sobrevivir más allá de los cuarenta años que la estadística le hubiera reservado de quedarse en el infierno del planeta. Lo miro a los ojos y me rehúye la mirada. Está triste, pero sólo por dentro. Desde mucho tiempo atrás, quizá antes de nacer, sabe que los pobres de la tierra no tienen derecho ni siquiera a demostrar sus emociones. Un día, charlando con un amigo en un batey, le hice notar que allí los niños no lloraban. ¿Para qué?, me preguntó. Richard es uno de esos niños, y Samuel, y Yodel, y la mayoría de los jóvenes inmigrantes que voy conociendo. Duros, flacos, nudosos como el sarmie

Larga vida al Lobo

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Apenas llevaba cuatro días en el país cuando te vi por primera vez. El malogrado Rodrigo, asesinado vilmente en su oficina de México, tocó en mi puerta y me preguntó si quería ir a una playa en el Caribe, la mejor de todas, me dijo. Por supuesto le respondí que sí y arrancamos para Bayahibe. Entonces, catorce años atrás, no había ninguna de las carreteras hoy que trenzan el territorio y nos costó cerca de dos horas llegar al hotel Dominicus en el que tú trabajabas. Franco nos ayuda, me dijo Rodrigo cuando nos negaron el paso a la playa en la barrera del hotel. Rodrigo sacó el móvil, te llamó y bajaste. Imponente, dando instrucciones, con una sonrisa que endulzaba tu personalidad de líder.  Rodrigo nos presentó y yo sentí que debía estar con alguien muy importante si era capaz de abrir una barrera de hotel con sólo mirar al guardia. No me equivoqué, estaba con una persona muy importante, una de las que más. A ese primer encuentro vinieron otros, muchos de ellos de carácter profesional,

¿Qué habría pasado si los niños no fueran al colegio este año?

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Me pregunto, sin más intención que la exposición de la duda, ¿qué habría pasado si los niños no fueran al colegio este año? Ahora, mientras plasmo mis dudas en este artículo, mi hijo está al otro lado de la puerta encerrado en su habitación con los ojos fijos en una pantalla de ordenador de la que no se podrá mover durante seis horas y media con la excepción de tres descansos de media hora. Seis horas y media sentado en una silla del Ikea solo, sin más compañía que el sueño, el aburrimiento, el cansancio y las diferentes caras planas que van apareciendo en su monitor para hablarle de temas que no le interesan lo más mínimo. Sí, ya sé que el colegio es eso, pero un grupo de niños encerrados en una clase no es lo mismo que un niño trancado en su habitación, aislado en un espacio en el que el profesor nunca se da la vuelta, en el que no puede cruzar miradas cómplices más allá de sus muñecos y el armario de la ropa interior, donde no hay risas contenidas ni conversaciones furtivas en voz b

La puntita nada más

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Casi todas las buenas historias comienzan con una mirada, una de esas que lo cambian todo por su intensidad, su tristeza, su rabia contenida o la esperanza dibujada en el fondo del iris.  Ésta no.  Esta historia comienza con un zumbido desagradable, un sonido que se amplifica por segundos hasta destruir con su maldad el último regazo en el que nos acunaba Morfeo. Le sigue, a veces, un gruñido de desaprobación y un pequeño golpe en la cabeza del despertador para que calle su aliento mórbido. Cinco minutos más, pienso siempre antes de levantarme envuelto en la sábana de la pereza, la única que conservo de mi niñez, y camino descalzo hasta el baño, cierro la puerta, enciendo la luz y observo mi cuerpo en el espejo. El cuerpo de un hombre mayor, flaco, con las costillas marcadas en la piel y los bíceps colgando en unos brazos que jamás consiguieron ser musculados. Me aseo y me calzo el culotte, la mejor prenda inventada por el ser humano y la base para que un culo normal aguante un montón

¿Y si no éramos tan felices?

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Empezamos a ver como en muchos países comienzan la fase de desescalada de la cuarentena, evidentemente en orden inverso a cuándo la empezaron, lo cual implica que algunos todavía deberemos esperar un poco para llegar a esa fase. La palabra desescalada tiene un origen claramente montañero, y la montaña o el alpinismo, así como los todos los deportes de resistencia, maratón, pruebas ciclistas de largos recorridos, natación en aguas abiertas, e incluso las caminatas de muchas horas tienen en común que enfrentan a sus practicantes a un momento temible que va más allá de la resistencia física, y que no es otro que poner en valor la realidad de nuestro entorno, de nuestra vida y de cómo hemos escogido vivirla. Es un momento en el que de golpe la mente aparta lo vano y se centra en lo que de verdad importa. Nadie que ande corriendo una maratón por el kilómetro treinta o que lleve cinco horas de caminata se acuerda de si tiene un Porsche o si viste las últimas zapatillas la ostia de la reosti

El hombre que nunca he sido

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Nunca he sido lo bastante hombre.  Esa es la verdad.  Y si me comparo con mi alrededor, parece que el resultado es de set en blanco en mi contra.  Lo digo porque me sorprende la cantidad de testosterona que segregan algunos ejemplares macho de la especie, porque ¿cómo se explica sino que esta mañana, de camino al supermercado y más protegido que Darh Vader, me haya cruzado con una trabajadora sexual, lo que antes llamaban puta de carretera, en pleno boulevard del Coral?  La chica andaba por el arcén ojo avizor en la caza activa (o pasiva, según la preferencia) de posibles clientes. Me ha causado curiosidad porque ese saquito de huesos vestido con un pedacito de tela iba protegida con una mascarilla sanitaria para no contagiarse del Covid-19. Si no fuera tan trágico, sería incluso gracioso porque llevaba más tela en la cara que en el resto del cuerpo, lo cual me ha generado una batería de preguntas que de no haber sido por la situación quizá me habría atrevido a bombardearl

Entrevista con Manuel y Hermes, Canal 4 RD

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‘Punta Cana 7 noches’: Guarionex, un tipo duro, todo un Philip Marlowe a la dominicana.

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‘Punta Cana 7 noches’: Guarionex, un tipo duro, todo un Philip Marlowe a la dominicana. Comentario literario sobre el libro 'Punta Cana 7 noches' Cultura Libros Pedro Araque   Última actualización  sábado, 18 de enero de 2020 Jordi Díez reside en República Dominicana desde hace 14 años. En la foto, de vacaciones en Cadaqués. /Cedida Novela negra:   Punta Cana 7 noches Autor:  Jordi Díez Edita:   Autopublicada en Amazon Cuando le preguntas a Jordi Díez confiesa con cierto pudor que aún tiene pendiente la lectura de las aventuras del inconfundible héroe de  El largo adiós , creado por  Raymond Chandler.  Tan inconfundible como Guarionex. Y como Chandler, Díez domina el ambiente hasta convertirlo casi en otro personaje más de la historia, imprescindible para comprender toda la trama. Sin rubor aparente se extiende justo lo necesario sobre colmados, suburbios y prostíbulos caribeños  para que la historia encaje y el lector conozca un mundo oculto al tur

Jordi Diez Rojas, escritor catalán radicado en RD, presenta la novela «Punta Cana 7 noches»

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Vianco Martínez / Especial para Acento.com.do    | 17 de enero de 2020 | 5:00 pm Jordi Diez Rojas, escritor catalán radicado en RD, presenta la novela «Punta Cana 7 noches» SANTO DOMINGO , República Dominicana.- Jordi Diez Rojas, escritor catalán radicado en República Dominicana, presentó  Punta Cana 7 noches , una novela policíaca que cuenta la historia de un turista muerto en Macao y la lucha del sector por evitar que ese hecho afecte negativamente la imagen turística de la región. Jordi Diez Rojas es de Terrasa, Cataluña, y desde 2006 vive en la región este de República Dominicana, donde ha escrito algunos de sus libros. “Hacía mucho tiempo –precisa- que quería escribir algo relacionado con el turismo en este hermoso pedazo de tierra que llaman Punta Cana, una historia que acercara la parte menos conocida del paraíso a los millones de personas que lo visitan cada año”. En su opinión, República Dominicana tiene una vida interior “atronadora, maravillosa, de