Incompetencia en la cumbre

Hoy, en el almuerzo, hemos tenido una interesante conversación entre los comensales sobre cómo pueden llegar los mediocres a ocupar tantos cargos de responsabilidad. Todos hemos coincidido en que una parte grande de culpa del estado actual del mundo es causa de la mediocridad de los dirigentes, escogidos o no, para manejarlo, y no hemos conseguido comprenderlo.

Como el tema ha quedado inconcluso he decidido escribir estas líneas para ver sí, mientras voy escribiendo, doy con la respuesta mágica que me lo aclare.

Los ejemplos son infinitos, gobernantes de países, de partidos políticos, de instituciones, pero también de empresas y organizaciones particulares. Así el director general que arruinó a la compañía X, hoy es el máximo mandatario de la compañía Y, o el político que perdió las elecciones en su país por la mayor diferencia de la historia, resulta que se postula a dirigir el partido, o es ascendido a mandatario internacional. No lo comprendo.

La primera pregunta que creo que deberíamos formular es quién narices los escoge, es decir, quién es la persona que decide que tal o cual miembro de su organización merece ser promocionado como premio a su inefable incompetencia. Cuando se trata de partidos políticos creo que la respuesta es sencilla, los escogen los que tienen intereses y capacidad de mando real en esos partidos. Por ejemplo, uno de los políticos que yo recuerdo con mayor respaldo público a nivel mundial ha sido Barak Obama, un ícono querido y respetado en prácticamente todo el planeta, y qué ha hecho durante su mandato, nada. Lo mismo que si hubiera estado yo.

En un capítulo de los Simpson se reúnen las fuerzas fácticas de la ciudad para escoger al nuevo candidato republicano que se lanzará a la alcaldía de Springfield, y cuando lo presentan se abre teatralmente por error una puerta tras la que aparece un dispensador de agua, inmediatamente todos comienzan a aplaudir al candidato e incluso uno de ellos comenta que es poco hablador, pero que es la elección perfecta. Creo que tras esta ironía extraordinaria se esconde la realidad de la elección de los políticos actuales. Cada lobby empresarial o económico ve como una inversión de futuro apoyar a personas mentalmente pobres, sumisas y afines a los intereses que han de representar, y los empujan hasta las mayores cotas que alcanzan sus tentáculos. A cambio, por supuesto, cuando ocupan la silla de la cumbre han de devolver en modo de firmas todos los favores recibidos.

Bien, el tema político lo entiendo así, ya sean medios de comunicación apoyando a Carmen Chacón, o el lobby armamentístico apoyando al republicano de turno. Es más, a peor sea el candidato, más fácil será su control en un espacio en el que lo que prima es la sumisión.

Pero, ¿y en la empresa privada, cómo es posible que el director general que hundió a una compañía hace apenas unos meses, hoy sea el director general de otra, y en muchas ocasiones incluso del mismo ramo? Cuando hace bastantes años, por el cargo que ostentaba entonces, comencé a visitar a jefes de informática de diferentes multinacionales y comprobé el lamentable conocimiento de la tecnología que tenían, además personas que debían ser la luz de faro de sus empresas en un tema tan importante, sentí una tristeza y un desconcierto enormes.

Una cosa es tener una capacidad equis para algo, y otra ejercer la incompetencia con altivez y orgullo. Esto es lo que viví en esos años por primera vez y que se ha repetido en demasiadas ocasiones. Jefes de contratación que no saben qué es una garantía, jefes de compras que (además de corruptos) compran por inercia sin levantar el teléfono para comprobar un precio, jefes de ventas que jamás salen a la calle con sus comerciales, jefes y jefes de departamentos que no mueven sus culos de las sillas. Y lo peor, jefes de esos jefes que los defienden para no parecer ellos mismos unos inútiles consagrados. A ti te puse yo, pues sólo por eso eres bueno...

Sorprendente cuando el dinero con el que juegan tiene dueño con nombre y apellidos.

Bueno, voy llegando al final y no he sido capaz de contestar a mi pregunta, señal inequívoca que a mí también me ha atrapado el principio de Peter, respuesta certera al drama que vivimos.

"En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse."


Laurence J. Peter

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