Venezuela

Hola a todos,

Hace unos años, concretamente en 2003, nos fuimos tres amigos, Cecilio, Jaume y yo a un viaje a Venezuela. Puedo decir, sin lugar a dudas, que ha sido una de las mejores experiencias de mi vida.

Evidentemente, en un país tan inmenso como Venezuela, durante los quince días que estuvimos por allí sólo tuvimos tiempo a ver parte del departamento de Bolívar, Isla Margarita (lo que menos me gustó), y el parque natural de Canaima. Nos hubiese gustado llegar a Maracaibo, Los Roques y Mérida, pero lo dejamos para otro momento.

Entonces me pareció un país extraordinario, el más bonito que nunca había visto, tanto así que pensé seriamente en marcharme a vivir a Puerto la Cruz. La primera vez en la vida que me entró la duda de si sería feliz en otro lugar que no fuera mi Catalunya natal, y germen inicial de mi emigración posterior.

Un par de años antes de nuestro viaje había ido un amigo común, quien nos habló de las maravillas del lugar, de la gente, de las venezolanas (recuerdo un restaurante...), y que nos convenció. Cuando al cabo del tiempo compartimos experiencias de los dos viajes, hechos apenas con un año de diferencia, nuestro amigo no daba crédito a lo que le explicábamos. Gente armada en los comercios (recuerdo una tienda de neveras de segunda mano con un tipo armado con una escopeta de cañones recortados y un revólver en el bolsillo), restaurantes con guardias de seguridad armados, ..., nuestro amigo no nos creía. En un año la situación se había deteriorado de una forma brutal.

Un taxista, que nos llevó de nuestro hotel a playa Parguito, cometió la osadía de insultar a Chávez al pasar frente a una pintada de soporte en una pared, y se puso blanco al recordar que no iba solo en el vehículo, aterrorizado por las posibles represalias que de su osadía pudieran derivarse.

Desde entonces, en estos siete años, la situación de Venezuela es una vergüenza que no parece tener fin.

Yo resido y trabajo, como muchos sabéis, en la República Dominicana, en un macro resort turístico donde un buen número de profesionales son venezolanos. Buenos profesionales, buena gente de clase media, estudiantes que sacaron sus carreras con las mismas dificultades que todos los estudiantes del mundo, y que han tenido que salir de su país para poder vivir, para poder continuar con su profesión, para seguir creciendo, en muchos casos para poder seguir manteniendo a sus familias desde la distancia, expulsados por un sistema que castiga la iniciativa y el trabajo, mientras premia al mediocre, al amigo del amigo, y al sinvergüenza con camisa roja.

Venezuela se ha convertido en un paraíso para inútiles, vagos, corruptos y mentirosos. Sivergüenzas vividores de la mentira, de la acusación, y de la subvención. Miserables que han cambiado el don de trabajar por el "mal de los capitalistas", como dicen a quienes hacen más horas de las fijadas por nómina. Un país, por desgracia, que no levantará cabeza en décadas por la ambición desmesurada de unos sinvergüenzas que se están haciendo de oro a costa de hundir a uno de los países más hermosos del mundo.

Un país presidido por un tipo capaz de hablar de socialismo, pero que paga cinco mil trescientos euros por una noche en un hotel de Madrid. ¿Y por qué sigue ahí? Que respuesta tan sencilla, porque no es el único que duerme en suites de lujo pagadas por el dinero de los demás.

Un grupo de gentuza que enarbolan una camisa roja como los curas antaño se protegían detrás de la sotana, para esconder la ineficacia, el lambonerismo, la hipocresía mayor, mientras se reparten (a lo cubano) los bienes que expropian del esfuerzo ajeno, y el dinero que roban a manos llenas.

Censura, crimen, miedo, cierre de publicaciones, de televisiones. Un presidente que escupe durante horas en todos los canales de televisión, obligados a retrasmitir su verborréa enferma. Me gusta mucho Meridiano, una televisión venezolana que cojo por cable, y cada viernes el loco ese corta la programación.

La hermana de un amigo mío pidió ayuda hace unos años a su familia y compró un local en el malecón, en Isla Margarita, no daré muchos datos. Había finalizado sus estudios de cocina y entre todos los hermanos la ayudaron a montar su negocito. Montó el restaurante, como todos los negocios, pasando mil penurias al principio, trabajando más horas de las que da el cuerpo, hasta que un día vino un miserable armado con camisa roja y se lo expropió. Así de sencillo. Expropió todo el malecón (paseo marítimo), con todos los comercios que habían allí. Hoy, la hermana de mi amigo no tiene trabajo, y el restaurante está cerrado. Eso pasa en Venezuela hoy, por desgracia.

Me ha motivado escribir este correo, que espero que mis amigos venezolanos (tengo muchos) no sientan como sal en la herida, sino como solidaridad a una desgracia tan increíble que la opinión pública ni siquiera es consciente de lo que está pasando. Decía que me ha motivado a escribir todo esto un artículo extraordinario que he leído en la Vanguardia, y que me ha parecido de lo más decepcionante y humillante, a la par que una fotografía real de la situación actual en Venezuela.

Artículo de Graciela Pantín, extraordinario.

Eso sí, los mandatarios encima se llenan la boca de amenazas y patrioterismo barato mientras su país se pudre con una rapidez exasperante.

Lo lamento por la gente buena, trabajadora y honrada que vive allí, y que cree todavía en valores como el trabajo, el esfuerzo, la dedicación, la honradez y la valentía. Ojalá sean suficientes para dar el giro. Ojalá la gente que ha decidido no marcharse, por los motivos que sean, y que permanecen al pie del cañón sean suficientes para virar ese barco que el mundo entero ve marchar al precipicio, y que nadie parece tener la valentía de cambiar de rumbo.

Qué bonita es Venezuela.

Comentaris

Jordi Díez ha dit…
He recibido varios comentarios, todos en la línea:

"mierda de comentario....catalan de mierda...habla de chavez como respecto, tu eres peor de el"

Es una pena, porque no hay más ciego que el que no quiere ver, ya que por desgracia la desbandada de gente venezolana está siendo masiva.

De todos los comentarios recibidos, éste es el que tiene menos faltas de ortografía o de sintaxis, sólo 6 en 16 palabras (contando preposiciones)..., el resto eran ilegibles más allá del odio que destilaban.

Que lástima, de verdad, que pena que alguien le haga eso al paraíso.

Jordi

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