Cinco noches con Julia

Mi padre, mi madre y yo.
Por fin, tras meses de haber finalizado Anacaona, la última princesa del Caribe, quería comentar que mi próxima novela se encuentra en el último tercio de su escritura. 

No es una novela como las que he escrito, de hecho es casi opuesta a mis anteriores obras, pero me encuentro en el momento justo para escribir una historia de calado más urbano e intimista. Una obra en la que se mezclan realidad y ficción para construir una vida que no fue, pero que perfectamente podría haber sido y con la que estoy convencido de que muchos os sentiréis identificados. 

Es una obra que no podría haber escrito antes, y que difícilmente podré escribir dentro unos años, pues el punto actual de la mitad de mi vida, o por lo menos de lo que debería ser la mitad cronológica de una vida, es el momento justo para explicar lo que ocurre en Cinco noches con Julia. Ese espacio en el que la experiencia de lo vivido pesa en la mochila lo mismo que la inocencia de la esperanza por lo que ha de venir. He escuchado muchas veces que llega un momento en que la vida deja de darte para empezar a llevarse lo que te había regalado, lo que te habías ganado, o lo que te tocó en la tómbola, y si bien estoy convencido de que ese momento llegará, no es menos cierto que no lo ha hecho todavía y que para escribir una novela como Cinco noches con Julia era absolutamente necesario el equilibrio en una vida adulta.

Estoy seguro de que a muchos les sorprenderá, en especial a los más allegados, pero creo que está quedando una obra compacta, serena, razonablemente bien escrita y que obligará a los lectores a asomarse al espejo de sus decisiones.

Tenía ganas de explicar esto, de hacer saber que más letras vienen en camino y que la ilusión por ser un cuentista profesional sigue intacta aún a pesar de las dificultades, de la constatación de la falta real de talento y del pavor que me supone vivir de lo efímero, pero no hay más camino, escribir es un negocio que se aprende como la mayoría, haciéndolo, y que como esa mayoría requiere de mucho trabajo, esfuerzo, de una pizca de suerte y de estar rodeado de gente que te ayude. De algunas voy justito, para qué nos vamos a engañar, talento así, así, soy más vago que el sastre de Tarzán y a la mínima me quedo mirando a las musarañas o pegado a un vídeo de Messi en YouTube, pero de lo otro voy sobrado, pues suerte tengo a raudales y estoy rodeado de la mejor gente del mundo, además, cuando lo prosaico está asentado lo sutil es una exigencia.

En el tintero flota una novela de aventuras, la segunda parte de El péndulo de Dios, pero que necesita de la cercanía del gran (y admiradísimo) Cerrada y sus conocimientos de esgrima..., aunque esto es otra historia.

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