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Esqravos

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No soy nadie, de hecho ninguno de nosotros somos nadie, o por lo menos eso es lo que he comprendido tras algunos días de vivir en lo que dicen es el primer mundo. Y cuando digo que no soy nadie quiero decir que no soy lo suficientemente humano para llegar a ser nadie. Antes, quizá en otra época que ha quedado grabada en mi memoria como cierta, las personas íbamos a los lugares y se nos reconocía por las formas, el rostro, el tamaño de la cabeza, la ropa que vestíamos o los idiomas que hablábamos. De esa forma nuestros interlocutores, camareros, policías, funcionarios, dependientes, otros seres humanos como nosotros, sabían que todos pertenecíamos a la misma especie y se nos abrían las puertas de la interacción con ellos.  Antes, quizá en esa época que creo recordar que existió, ibas a un bar, una tienda, un aeropuerto, una casa, y la persona que te recibía reconocía en ti un ser humano con potestad para ser tratado como algo vivo, algo por encima de una mascota o una caja de cartón. An

Los diez puntos de dirección de Ted Lasso, el anti jefe

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Estos días he tenido la suerte de ver una serie en televisión: Ted Lasso. Vaya por delante que no soy capaz de seguir una serie dramática más allá de los dos o tres primeros capítulos (con suerte) porque cualquier historia, por buena que sea, acaba estirándose como un chicle y convirtiéndose en eso, en una serie de televisión, o como le decíamos antes, en un culebrón. La trama en este caso es sencilla, un equipo de fútbol de la Premier Ligue que contrata a un entrenador de fútbol americano como máximo responsable del área técnica. Es decir, contratan a un director que no tiene ni la más remota idea del deporte en el que va a competir, o dicho de otro modo, contratan a un directivo que jamás en su vida ha trabajado en la rama a la que se va a dedicar. Sin embargo, y tras los primeros ridículos públicos fruto de su desconocimiento, el coach Lasso comienza a presentar los cimientos en los que se basa su método de dirección, y que voy a intentar resumir en 10 puntos: 1. No basar el éxito

Gracias, República Dominicana

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Ayer tuve el placer de ir a cenar con un grupo de amigos a los que hacía algunos meses que no veía, mitad por la pandemia, mitad por mi falta de tacto social, y durante la tertulia, en la que nos reímos y comentamos mil historietas, salió el tema de lo que suponía para nosotros vivir en República Dominicana. Casi siempre, cuando sale a colación la dominicanidad entre los extranjeros que vivimos aquí, tendemos a resaltar más las carencias que las virtudes. Supongo que quizá se deba en parte al síndrome del emigrante que recuerda la tierra propia como el paraíso en comparación a la de acogida, pero como sea, en esa charla uno de los colegas dijo estar muy agradecido a este país porque aquí había conseguido la mayoría de sus sueños. Fue tan así que nos explicó que había hecho una lista de sueños conseguidos en República Dominicana y que jamás, pero jamás de los jamases, habría podido ni imaginar en su España natal. La idea me pareció tan buena que no quiero dejar pasar el día grande de es