Gracias, República Dominicana

Ayer tuve el placer de ir a cenar con un grupo de amigos a los que hacía algunos meses que no veía, mitad por la pandemia, mitad por mi falta de tacto social, y durante la tertulia, en la que nos reímos y comentamos mil historietas, salió el tema de lo que suponía para nosotros vivir en República Dominicana. Casi siempre, cuando sale a colación la dominicanidad entre los extranjeros que vivimos aquí, tendemos a resaltar más las carencias que las virtudes. Supongo que quizá se deba en parte al síndrome del emigrante que recuerda la tierra propia como el paraíso en comparación a la de acogida, pero como sea, en esa charla uno de los colegas dijo estar muy agradecido a este país porque aquí había conseguido la mayoría de sus sueños. Fue tan así que nos explicó que había hecho una lista de sueños conseguidos en República Dominicana y que jamás, pero jamás de los jamases, habría podido ni imaginar en su España natal.

La idea me pareció tan buena que no quiero dejar pasar el día grande de este país, el día de su independencia (sic) para hacer mi lista de sueños cumplidos en República Domincana. Aquí va:

- Ser padre. Mis dos hijos son dominicanos de puro gen.

- Traer a nuestros padres y que pudieran vivir la experiencia de ser huéspedes de lujo en un resort cinco estrellas.

- Que nuestros padres, el de mi compañera y el mío, se conocieran por fin.

- Tener un barco.

- Vivir en una casa de película.

- Viajar a los Estados Unidos como si fuera el patio trasero de casa.

- Pilotar una avioneta.

- Conducir (o como se diga) un catamáran por el mar Caribe.

- Montar a caballo hasta decir basta.

- Ver a mi padre comerse una bandeja paisa y beber Presidente.

- Salir en bicicleta por el paraíso en apenas unos minutos de casa.

- Tener mi parte de América y de Europa.

- Bucear en barcos hundidos, con tiburones, visitar arrecifes y ver uno de los mares más hermosos del mundo.

- Dirigir un equipo humano de más de mil personas y que muchas de ellas aún me tengan cariño (o eso quiero pensar).

- Bañarme, literalmente, en el paraíso.

- Que mi compañera no tenga frío nunca más.

- Escribir cuatro novelas, tres de ellas ambientadas en Dominicana.

- Representar a República Dominicana en la Feria Internacional del Libro de Miami.

- Ver delfines y ballenas en libertad.

- Ayudar a que cientos de miles de turistas hayan disfrutado de este país.

- Aprender de gentes de mil lugares y de mil maneras diferentes de ver la vida.

- Conocer gente muy importante y ratificar que la clase no depende ni del cargo ni del dinero que se tenga.

- Presentar Anacaona en la Feria del Libro del Bronx, en Nueva York, de la mano de una gran amiga dominicana.

- Ir a tres conciertos de Juan Luis Guerra, uno de ellos casi en familia.

Y más, muchos más sueños cumplidos (algunos inconfesables) que de no haber tenido la infinita fortuna de caer en este pedacito de tierra en medio del mar y el cielo, como dice Juan Luis Guerra, jamás habría podido cumplir. 

Así que por todo esto y por mucho más, gracias República Dominicana, muchas gracias.


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