Haití, la gran vergüenza

Haití hace años que pugna por un buen puesto en el top ten de los países más pobres del mundo. En la última estadística del Índice de Desarrollo Humano, Haití estaba en un meritorio sexto puesto, empatado a porcentaje de miseria, eso sí, con Zimbawe que ocupaba la tercera posición en el macabro listado. Este mismo conteo creo que se podría aplicar si la estadística fuera de niños mal nutridos, mortandad infantil, abusos, esclavitud, esperanza de vida, renta per cápita, etc., etc.

Y quizá sea por eso que todos se han atrevido con Haití, quizá ahora que va a ganar el primer puesto en todas esas macabras listas, los occidentales, que todo lo saben y que todo lo pueden, se han atrevido con Haití.

No se puede generalizar, claro, porque como en todos sitios (incluso en Haití) hay gente que actúa de corazón y a quien no quisiera meter en esta reflexión cargada de ira, pero creo que incluso muchas de estas buenas personas que han donado con toda su infinita buena fe algo de dinero, o bienes, para los desgraciados del terremoto, es posible que se sientan atacados por mí en esta fecha. Les pido disculpas a medias y les agradezco con toda sinceridad su ayuda en un nombre que no me corresponde.

Donde vivo actualmente estoy rodeado de haitianos, unos cuarenta y cinco mil si hacemos caso del censo que cuenta a dedo, ya que apenas hay haitianos censados, ni en la República Dominicana, ni en Haití (dato a tener en cuenta cuando se publiquen las listas de muertos, sin las que las catástrofes de toda índole no se pueden cerrar). Pero tengo que destacar que estos cuarenta y cinco mil haitianos viven cerca de mí, no conmigo. La gente de mi posición no se acerca a ellos, son negros, sucios y la mayoría van armados con un enorme machete (dos de tres son ciertas). Además se comportan como animales, duermen en el suelo y se cocinan su alimento en pequeños fuegos que ellos mismos hacen con restos de madera, o excrementos, que encuentran por ahí.

Quizá será por esto que se han atrevido con Haití…

Tampoco creo que sea por el cambio de los políticos dominicanos, que han pasado de llamarlos “haitianos del demonio”, variante de nuestro moromierda o putosudaca, a “nuestros hermanos haitianos”, aunque creo que este cambio de actitud igual es debido a los cientos de millones de dólares que van a caer sobre el país vecino en estos días…, no estoy del todo seguro, pero creo que el dinero siempre ha sido un excelente método antirracista.

Aunque estoy seguro que por esto no es. Además los políticos dominicanos son conocidos y gozan de cierto poder en su país, no en los nuestros, nadie sabe en Estados Unidos, o Europa, quien es Amable Aristy, el “Presidente de los pobres”, como el muy sinvergüenza se atreve a llamarse a sí mismo.

Creo que el motivo por el que se han atrevido a vejar de tal manera a unas gentes como los haitianos ha sido, simple y llanamente, porque son negros y pobres, y como todo el mundo sabe, los negros, si además son pobres, no tienen sentimientos. Incluso salen en los reportajes del National Geographic…

Ojo, quizá yo esté (como tantísimas veces) equivocado, pero no recuerdo haber visto trozos humanos tras la caída de las torres gemelas en New York, no lo recuerdo. No me vienen a la cabeza escenas de bomberos diciendo a una madre, que acaba de ver morir en vivo a su hija, que no han podido hacer más, con una cámara grabando en primer plano la escena, de verdad, ni cabezas bajo los escombros agonizando por un soplo de aire que posiblemente sea el último (si el camarógrafo tiene suerte), no, no, mi memoria no me alcanza. No consigo recordar que tras el desgraciado 11-M en Madrid salieran trozos de personas atrapadas bajo los hierros retorcidos de los trenes, cráneos aplastados con el reguero de sangre en perfecta estética fotográfica, ni, ahora que lo pienso, recuerdo cadáveres reventados en las calles de Los Abruzos, Italia, no hace apenas ahora un año. Ni siquiera el desastre sísmico que arrasó una buena zona en China (los chinos son más parecidos a los negros pobres que a los europeos…), y no, tampoco recuerdo vísceras de chinos siendo mordidas por perros en prime-time en todas las emisoras de televisión.

Entonces, ¿cómo y porqué se han atrevido a mostrar todo lo que han vomitado las agencias, los periódicos y las televisiones estos días a todas horas?, ¿bajo el permiso de quién se han atrevido estos carroñeros repugnantes a mostrar las miserias humanas en su fase más baja?

¿Es necesario para comprender la tragedia de un país desestructurado, en el que su ejército son los cascos azules de la ONU, que no tiene policía, ni estado, ni ningún tipo de estructura social como la conocemos nosotros, ni siquiera la más básica de la familia, arrasado todo por el narcotráfico y la venta de armas, era necesario para ello mostrar esas imágenes tan brutales?, ¿es necesario para encoger nuestros corazones ver como una multitud ignorante, hambrienta, desolada y rabiosa golpea hasta la muerte a un ladrón, igual de ignorante, hambriento, desolado y rabioso como ellos?

Creo que no, creo sinceramente que nada de esto es, ni era, necesario.

¿Puede haber alguien en el mundo tan miserable que cambie la muerte masiva por ingresos de publicidad y cuotas de pantalla? ¡No! Seguro que es mi mente mal pensada.

Una vez más los medios de comunicación han hecho lo que mejor parece que dominan en estos tiempos, como hicieron con la triste y famosa gripe A, que causó casi la quiebra de un país como México. Especialistas en la miseria, ¡que trabajo tan rastrero! Peor que recolectar mierda para quemar y calentar un puñado de arroz.

Por suerte Jonás, mi hermano negro (yo soy el suyo blanco) que un día metió el gol de su vida, aunque en propia portería y porque se lo había llevado el demonio, según sus propias palabras, no verá nunca esas imágenes, por suerte no verá si su familia era de los que azotaba a un pobre miserable que había robado un trozo de mierda de la gran mierda, o de los azotados, ni verá si sus hermanos y parientes han muerto debajo de un bloque de cemento en un primer plano perfecto, captado por una cámara de última generación en la que podría apreciar la expresión de horror de su familiar en 2000 megapíxels por pulgada. ¡Inolvidable!

Por desgracia tampoco, a fecha de hoy y desde hace una semana, yo tampoco sé nada de Jonás, y sólo espero que después de aclarar la situación de su familia (si ha quedado alguno), jamás crea que todos somos iguales, como nosotros no creemos que todos los negros pobres que van con machete sean como animales, ¿verdad?

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