La verdadera crisis

Hola,

No es necesario que explique la situación actual ni el uso catedralicio y constante que se le da a la palabra crisis en estos días. Todos lo conocemos, los diarios van llenos todo el día (el buscador de El Periódico en su versión digital devuelve 1312 entradas sólo en el mes de septiembre con la palabreja como referencia), las televisiones abren sus informativos, los llenan, y los cierran con la crisis, las radios machacan todo el tiempo con ella, y la gente ha añadido el tema a sus tertulias habituales de deportes, cotilleos y asuntos de trabajo, como uno más.

Sin embargo creo que ésta, la económica, no es la verdadera crisis por la que debamos preocuparnos. He leído en varios periódicos que ha llegado el fin del neoliberalismo, que los gobiernos de Europa quieren refundar el capitalismo, que el grupo de los 26 o no sé qué también tiene una propuesta en esa línea, pero creo que esto no vale para nada, sólo para mantener una situación inmantenible en la que unos cuantos ganan y pierden fortunas, algunos viven holgados, otros muchos se las ven putas para llegar a fin de mes, y la gran mayoría no sabe ni dónde está parado.

Para mí la verdadera crisis empezó hace varias décadas (en España por lo menos, y en USA creo que antes) cuando comenzó a perderse la gratificación social del esfuerzo. No me mal interpretéis, no me refiero al esfuerzo de un trabajador "fiel" en una cadena de montaje, sino al esfuerzo personal de la superación y del respeto a los que han seguido ese ideal en la vida.

Desde hace ya demasiados años se ha banalizado la sociedad, han cambiado los patrones de referencia, los ídolos, los modelos a seguir. Hoy ya no se vanagloria a los aventureros de principios de siglo, ni a los astronautas de la década de los sesenta, ni a los estudiantes libre pensadores inquietos, ni a los progresistas de los setenta, tampoco a los doctorados, ni a los profesionales, ni siquiera a aquellos que mantienen una familia (la que sea) a base de esfuerzo y sacrificio. No, nada de esto vale.

Desde hace ya demasiado tiempo se vienen siguiendo referentes cada vez más precarios y, perdonad mi expresión, más asquerosos como modelo de vida, miserables sin oficio ni beneficio (que decía aquel), vividores, ignorantes, vagos, gentucilla que por circunstancias de la vida aparecen en un programa de televisión, que aspiran a tirarse a alguien que salga en uno de ellos, o que aspiran a tirarse al que se tiró a uno que salía en uno de ellos. Imitadores de estos, listillos que no distinguen entre la derecha y la izquierda si les quitan el reloj, y que repiten ese patrón en cualquier estado de la vida orgullosos de su ignorancia, pero que son divertidos, graciosos. Repugnante. Gente que dedica más tiempo a hacerse un tatuaje (sin tener nada en contra de eso), o a escoger el color de unos pantalones, que el que dedicarán en toda su vida a formarse o a conseguir vocalizar todas las consonantes de su idioma, aunque fuera por una sola vez en una sola frase. Valen más un par de tetas de goma o unos bíceps embutidos en una camisa dos tallas menos que un cargo, un cerebro, una carrera o una vida de estudio. Ése es el modelo, nos guste o no, que nos han metido, que nos hemos dejado meter. El vago ignorante, graciosillo y gritón, eso sí, vestido a la moda.

Hoy no se premia a los niños que se esfuerzan (ni a los adultos), al contrario, se les castiga con etiquetas injustas y se compensa a los que no hacen nada, pero se ve con buenos ojos que sus padres tiengan una casa pareada en cualquier urbanización a las afueras, con un 4x4 en la puerta, todo hipotecado por supuesto, que se vean "de rasqui", como decía cuando era niño, por la noche mientras miran la televisión, y que escuchen hablar de crisis como si supieran que es.

La verdadera crisis es la obsesión actual por la búsqueda de la "fama", sobre todo del momento efímero del que vivir sin pegar un palo al agua, de soñar con ser uno de esos en lugar de esforzarse día a día en mejorar la situación personal. La crisis real es reirse de los que, a base de codos, han sacado una carrera con matrícula, de enjuiciar, como si tuvieran pajolera idea, a los doctores y entendidos en cualquier materia, de hacer mofa de aquellos que dedican su vida a la familia, de hacer horas y horas de cola para una subvención, un concierto de un grupo de moda o un casting de cualquier programa de televisión de mierda, con perdón, y no son capaces de levantarse a la hora para llegar al trabajo, que se revientan de reir porque alguien prefiera estudiar o leer un buen libro antes que salir de fiesta y meterse de todo para estar a la moda. Ésa es la crisis real, la que se ha instalado en la arquitectura cerebral de un porcentaje muy alto de la gente.

La otra es sólo cuestión de dinero y su solución mucho más sencilla. Es más, ni siquiera depende de nosotros. El cambiar nuestra propia realidad sí, y el abandonar esa crisis de pereza, vanalidad, vagancia y orgullo de ser despreciable, también. El comenzar a aprovechar nuestra vida, comenzar a esforzarnos en lo más sencillo para llegar a construir algo grande, eso sí depende de nosotros y en este juego no hay segunda oportunidad.

Los que me conocen saben de sobras que no soy un retrógrado, un carca, ni uno de los que repiten como cacatúas que todo lo pasado fue mejor. En absoluto. Creo que hoy en día hay un porcentaje de gente que es infinitamente mejor de lo que nunca ninguna civilización anterior consiguió, una élite de gente que se prepara, que se esfuerza, que aprovecha la avalancha de oportunidades, pero el problema es la brecha que se está abriendo entre esta élite de gente y el resto de la sociedad. Una brecha que se llenará de excrementos como la envidia y la mofa en lugar del respeto y admiración por los que lo han conseguido.

Confio que me pille del otro lado...

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