En la salsa del Gilipollas

Hola,

No soy muy dado a comentar temas de actualidad. No despiertan mucho mi interés, y además creo que la actualidad sólo se puede analizar con cierta soltura cuando deja de serlo, pero en el caso de hoy no puedo evitar hacer un comentario al respecto de este fenómeno.

Son muchas las cuestiones que me asaltan a raíz de este caso.

La primera de todas es el paralelismo, incluso por la coincidencia en fechas e inmediatez, con las elecciones al parlamento español, que me obligan a preguntarme de inmediato ¿por qué no las hacen también por SMS?. Según la gran mayoría de artículos que he leído “es un sistema abierto y democrático”. ¿Ganaría un candidato a presidente del gobierno presentado en un portal de Internet o desde un programa de éxito? Estoy convencido que sí.

Me imagino a cualquiera de los múltiples esperpentos que en su día lanzó a “la fama” el señor Alfons Arús, Carlos Jesús, Pantoja de Puerto Rico, etc., creando un partido político y consiguiendo cientos de miles de votos por SMS, catapultándolo a la Moncloa a toda mecha, dejando tras de sí un reguero de euros gastados en la mayor de las absurdidades, y que habrían engordado los bolsillos de sus mecenas y la omnipotente Telefónica.

Esto se podría utilizar para escoger al Papa, al presidente de la escalera, la alineación de un equipo de fútbol, el color de los vagones del AVE, o el diagnóstico de una enfermedad, envía CAN si crees que es cáncer, o PUL si crees que es pulmonía, y que la gente se medicara según la mayoría le aconsejara.

Más o menos eso es lo que ha ocurrido en el caso del señor David Fernández, él, un actor cómico que me hizo reír de lo lindo con algunas de sus caracterizaciones, ha dejado tras de sí un reguero de euros gastados de a uno que han conseguido sonrojar a los “puristas” de la música.

Yo no estoy ni a favor ni en contra del personaje musiquero, más bien me importa muy poco, aunque me arranque alguna sonrisa, pero sí estoy en un estado de semi consternación por la actitud de la gente que lo ha llevado hasta ahí. Lejos de la demagogía, en un momento en que la crisis es acuciante, que la mayoría de familias no podrían sobrevivir sin la participación de dos salarios, que los precios han subido a niveles que me acojonan cuando pienso en volver, ¿cómo puede alguien gastar su dinero en semejante gilipollez? ¡Ése es el quid de la cuestión!

¿Tan imbéciles somos? ¿Tan manipulables? ¿Tan sumamente idiotas?

No debería incluirme, no por no pertenecer a ninguna de esas tres familias, sino porque jamás he gastado un céntimo en esas estupideces. Miles de personas mandando mensajitos a euro la llamada para favorecer a un señor que, en este caso, es un actor, que no es de su familia, que no tienen ni idea de quién es, que no lo verán en su vida ni lo saludarán jamás, sólo porque “se lo piden” desde televisión.

“Salva a fulanito, envía un SMS al 5577”, coño, ¿qué me importa a mí fulanito? ¡Que se salve solo!
“¿Se deben casar los gays?, envía un SMS al 5599”, ¿es una broma?, en serio, ¿es una broma?

Esta fórmula siempre la he encontrado denostable, incomprensible para mí. Tenía hace tiempo una compañera que gastaba cientos de euros en enviar mensaridiculeces en los primeros concursos de Operación Triunfo, y que siempre pensé que se arruinaría por incosciente. Hoy, seis o siete años después de estrenar una fórmula que ha enriquecido a todo el que la ha utilizado, amén de arruinar a mi ex compañera, ridiculiza de forma esperpéntica y merecida a una de las empresas que más se había favorecido, y que pensaba tener en ella su fuente inagotable de ingresos, Televisión Española.

Y eso sí me hace feliz. Un país de gilipollas dejando al ente público como tal.

Por eso me alegra el Chikilicuatre, que ha dejado con el culo al aire a los listos de las finanzas televisivas, a los casposos de la televisión, a los que hacen de un concurso de cantantes noveles un asunto de estado, a todos los que no han hecho nada más en la vida que representar a TVE y todavía viven de eso, por todos ellos ¡Viva el Chikilicuatre!

Lástima de los profesionales, que creyeron en Eurovisión como trampolín de lanzamiento, tanto trabajo para que un personaje, antes conocido como El Gilipollas, los haya dejado fuera con el voto de pago de otros tantos…

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