De vuelta a casa !!!

Hola a todos,
Ya estamos de vuelta en lo que es ahora nuestra casa.

Hemos realizado uno de esos viajes que te cambian la visión interna del mundo.

Durante apenas diez días hemos recorrido una de las partes más hermosas del planeta, y aunque parezca increíble, también de las más necesitadas.

Antes de seguir con el comentario del viaje debo advertir de algo a todos los que tengais la paciencia de perder unos minutos con este artículo. Nadie debería morir sin conocer la ciudad perdida de Machu Pichu. Debeis creerme si os digo que pocas cosas creadas por el hombre se pueden igualar a lo que vereis en esa cumbre. Por favor, si teneis la oportunidad, por pequeña que ésta pueda ser, de ir a Perú y acudir a Machu Pichu, no lo dudeis ni un segundo.

Bien, tal y como comentaba antes de desviarme al igual que hago siempre, os explicaba que el valle Sagrado de los Incas es uno de los lugares más mágicos y especiales del planeta. No en vano dicen que es uno de los siete lugares de la Tierra con más energía telúrica. Es un valle entre picos de cuatro a seis mil metros, como el Salcantay o la Verónica, donde los incas establecieron su cuartel general, en concreto en la ciudad del Cusco (ombligo del mundo, en quéchua) y que sorprende por la riqueza de su tierra, los colores puros, el sol limpio y las ruinas diseminadas por cualquier lugar sobre el que dejes descansar tu vista. La belleza arqueológica del valle sólo se iguala a la majestuosidad del lugar.

Y sin embargo, aún a pesar del turismo que visita esas tierras, la gente es pobre. Es tan pobre que ni siquiera tiener la capacidad de reconocer la riqueza de vivir allí. Es una bofetada de dimensiones goliáticas la que recibe el visitante. No en vano debemos recordar que la altitud del lugar no permite a sus habitantes vivir con un bañador y dos plátanos. Es duro caminar con unos zapatos especiales para la montaña que nos han costado entre sesenta y cien dólares entre niños que llevan una suela de neumático de camión recortada y atada con dos tiras cruzadas de cuero a unos pies que harían llorar al podólogo más torpe. Esa dureza se refleja en los rostros de los coscorunas. Son gente silenciosa, derrotados por el peso de las nubes y la vida antes de llegar a la adolescencia. En la mirada de un niño no hay alegría, sólo se asoma la vejez prematura del que sabe que siempre puede ser peor.

Este trompazo brutal de pura realidad desarma al más pintado. No es extraño ver gente en la Plaza de Armas del Cusco llorando a mares, o ver como la gente se inbuye del ambiente silencioso y melancólico de la ciudad. Algunos de nosotros ya pasamos ese proceso hace ahora algunos años, en nuestro primer viaje, y otros lo han vivido mano a mano con nosotros en esta ocasión. Pero ya sea para el viajero repetidor o para el nuevo aventurero, el viaje a las tierras andinas no te deja indiferente.

Hace tiempo que, con un grupo de amigos, comprendimos la belleza de esa tierra, y de sus gentes, y que al igual que el paisaje engaña por su magnitud. La real riqueza del lugar se encuentra en el interior. En el interior de los templos, de las montañas, de las construcciones y de los corazones de los andinos. Ahí conseguimos entrar nosotros y como agradecimiento llevamos unos años colaborando con el desarrollo de un pequeño pueblo a cuarenta kilómetros al sur del Cusco.

En ese pueblo, Pucutu, tuvimos la gran suerte de participar en una yunsa. Mañana os explicaré en que consistió, pero para animaros un poco a seguir la historia os anticiparé una imagen, y aunque hoy en día ya no es cierto eso de que una imagen vale más que mil palabras, ésta por lo menos vale mil sonrisas.

Hasta mañana,


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