La preparación para el dolor

Hola,

Hoy, por motivos puramente particulares, siento el dolor cercano. Siento como la familia de T.S. Garp, en la extraordinaria novela de John Irving, la llegada del Sapo Sumergido. Algo terrible que a mis espaldas va cobrando la fuerza necesaria para golpear sin clemencia llegado el momento.

No creáis que estoy paranoico, o no por lo menos en este tema, de veras está a punto de emerger de las profundidades el Sapo Sumergido en forma de despedida, como si de una muerte se tratase, cruel y despiadada.

La reflexión que intento desde esta pantalla brillante es cómo prepararnos para el dolor, cómo ser capaces de cruzar la entrepierna ante la evidencia de que alguien nos va a golpear en ese lugar tan doloroso.

Creo que no existe tal preparación, o como mínimo, no existe una preparación al dolor efectiva al cien por cien. Todos hemos sufrido situaciones más o menos terribles en nuestras vidas, y todos las hemos visto venir en muchos de los casos, pero ¿ha valido de algo?, casi siempre no.

Entonces, ¿cómo lo hacemos? Yo sólo puedo explicar que voy a hacer yo, y como me preparo para ello. Primero comprender que el dolor va a ser inevitable, que por más que me aferre a mil conjeturas mentales, el dolor existirá y será profundo. Segundo, no maximizarlo ni proyectarlo con anterioridad a que se produzca, y por último, aceptarlo, incorporarlo a la enseñanza vital de toda existencia, y olvidarlo.

Una amada amiga mía me dio una vez un par de claves para salir de estados dolor, una de ellas fue dedicarle un tiempo físico al dolor, es decir, sufrir entre una hora y otra, por ejemplo decirnos “voy a llorar un cuarto de hora, y después se acabó”, y cumplirlo, y otra muy importante, no machacarnos ni regocijarnos en el sufrimiento. “Tú machacarías o le harías presión a un amigo tuyo durante todo el tiempo para que estuviese mal, ¿entonces porqué te lo haces tú?”

Yo particularmente creo otra cosa más, y es que el sufrimiento o el dolor no son camino de nada, ni de aprendizaje, ni de crecimiento, de nada en absoluto, y que sólo desde la paz y la felicidad de sentirnos, podemos crecer.

Creo que la única preparación posible al dolor es esperarlo, minimizarlo, gozarlo e ignorarlo, ejerciendo toda nuestra fuerza en alegrarnos por las miles de cosas hermosas que disfrutamos cada día.

Iba a cerrar esta reflexión parida de mi gran ignorancia, pero he recordado una frase del Nuevo Testamento puesta en boca del Maestro, “Padre, aparta de mi este cáliz”. Ni Él estaba preparado para el sufrimiento, pero lo aguantó estoicamente y sobrevivió.

¿O no?

Comentaris

nick ha dit…
Hola Jordi, no pido permiso para entrar en tu blog...la puerta estaba abierta. Leì los tres primeros post que aparecen y dibujè una idea de un viaje, una separaciòn, un dolor.
Un cambio de vida, decìs. Se cambia de vida todos los dìas porque nosotros somos siempre gente que cambia, mutantes.
Somos transformaciòn eterna y en esto nada tiene que ver Dios.
Me gustò leer un comentario en catalàn, un idioma que conocì gracias a Serrat.
Veo que tenès muchos amigos que te piden que hagas lo que quieras pero que no los olvides, leì algo de un viaje en Usuhaia, de una emigraciòn al revès...
Leo que el dolor no sirve para nada... lamento decirte que es un error y que el ser feliz tambièn puede servir para nada. Todo lo que somos es la razòn del estar vivos, y sin dolor y sin felicidad no entenderìamos nada, ni de uno ni de la otra.
Amigàte con tu corazòn, dejà que aprenda a ser feliz y que aprenda a sufrir.
En el mundo estamos nada màs que para aprender còmo llegar vivos ante la muerte. No creo en Dios, te habràs dado cuenta. Si la religiòn te ayuda a soportar mejor la vida, esa es otra cosa, otro capìtulo.
Aprender a vivir sin Dios.
Un saludo
Nick

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